Monstruos de papel

Fui a visitar a un viejo amigo, a un pueblo lejano; tenía él ahí una asa blanca e inmensa, toda llena de trastos y de muebles viejos. Nos saludamos con grandes efusiones, y bebimos y charlamos como en otros tiempos. Él parecía cansado, y envejecido más allá de la cuenta. En un momento de la charla le pregunté a qué se dedicaba, ya que él evitaba el tema y habían llegado a mí los más extraños rumores. He aquí lo que me contestó.
“Este es un pueblo extraño, en el que suceden cosas que en otros lugares pueden parecer inverosímiles. Podría darte muchos ejemplos de eso, pero en lo que se refiere a mi profesión, esto es cuanto puedo decirte: en este pueblo, una vez leído el diario, ha de tenerse siempre la precaución de cortarlo en pedacitos que al instante se vuelen completamente blancos, sin una mancha de tinta. Pues si no se hace así, los diarios forman en las noches de viento un monstruo de papel, de sexo femenino, que se oculta en las encrucijadas de los pasillos: el que viene de una dirección no pude ver lo que hay en la otra, y se apresura para atravesar rápido su miedo. Y es así que cae despreocupadamente en las fauces del monstruo, que por supuesto lo devora de inmediato.
A veces se instalan en las casas, en los desvanes o en los fondos, y se vuelven pacíficos y sedentarios; muy pronto ya nos e mueven más y se puede perfectamente apilar cosas sobre ellos. Se los reconoces por su piel escamosa de papel amarillento en la que con algo de esfuerzo pueden leerse titulares referidos a sus viejos crímenes o sus victimas, y por sus escasos y muy pausados movimientos. Tienen forma de lagartos o, cuando jóvenes, de pequeños armadillos repletos de puntas moteadas como frutos de pino en otoño.
¿Te estará preguntando a qué viene todo esto? Estamos llegando al asunto: como yo soy quien más sabe de ellos, y soy capaz de escuchar sus intenciones aún antes de que se transformen (es una suerte de murmullo profundo y como chupado hacia adentro), mucha gente me contrata para hacer una ronda de vigilancia por sus casas. ¿Y por qué sólo yo los escucho? Porque en un momento de mi vida pasé varios años encerrado entre esos monstruos, olvidado de todos, creyendo ser uno mas de ellos, leyendo en sus cuerpos amarillos noticias imposibles acerca de mis crímenes pasados.”
En este punto del relato, volvió hacia mi su mirada que hasta entonces había mantenido fija en un rincón del cielorraso y, al ver mi expresión de incredulidad, y me tomó del brazo y me dijo:
“Bueno, comprendo que no me creas, y supongo que debo contarte la verdad. He jurado venganza contra esos monstruos pues una vez, ya hace tiempo, en el comienzo de todo, la mujer que amaba se convirtió de uno de ellos, o tal vez lo fuera desde siempre. Se me apareció de pronto desde el pasillo con su arrugada piel de reptil llena de manchas blancas como de musgo o de guano: quería clavarme sus dientes de tinta llenos de veneno, y yo casi la dejo hacer, fascinado por su mirada fija y severa. Pero un instinto incomprensible me hizo tomar un cuchillo de la mesada de la cocina y clavárselo entre los ojos.
¿Crees que estoy loco? Pero así es la vida aquí.”
Acerqué el vaso a mis labios, y mi mente se perdió en mil fantasmagorías.

Pablo Krantz.